Podría parirme a mí misma, una y otra vez, hasta tenerme clara, hasta vislumbrarme las vísceras, hasta verme cada órgano con la lucidez que vería un asesino fluir la sangre en el río de su infancia, y entretenerme observando los entresijos de la mía y descubrirme el yo, el me, el mí. Conmigo.
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