7/11/12

Trovas y drogas para las noches largas

Acostumbraba a estremecerse cuando sentía su habitación vacía, como un desierto frío que no escondía ningún secreto. Cerraba la puerta, y volaba a otros mundos. De la oscuridad de sus ojos cerrados emanaban rayos de vidas ajenas. Un día, de repente, las cuatro paredes que le rodeaban desaparecieron. Cuando la puerta se abrió, toda la nada ya no estaba y él, ya se había ido.

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